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gomez_ramiro@hotmail.com
También a la venta en la librería de la ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA (ENAH).
Costo: $250.00

jueves, 10 de octubre de 2013

Texto de la presentación de la Dra. Aurora Montúfar López

Presentación del libro: Los Divinos entre los Humanos, Artificio Editores, México, 2013.
ENAH, 26 de septiembre de 2013. En el Marco del II Congreso Internacional de Antropología Social. Dra. Aurora Montufar López: Subdirección de laboratorios y apoyo académico, INAH/ Doctorado en biología, facultad de ciencias, UNAM.



LIBRO: LOS DIVINOS ENTRE LOS HUMANOS

Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes (compilador)

(Presentación)

 

 

En el libro “Los Divinos entre los humanos” se integran ocho artículos que corresponden a igual número de investigaciones sobre las expresiones rituales de varias comunidades indígenas de México y Guatemala. Los planteamientos teóricos sobre la religión popular son factor común del desarrollo de las mismas, éstos derivan de las obras de Gramsci, Gilberto Giménez, Luis Millones, Félix Báez, Johanna Broda, Gómez Arzapalo, entre muchos otros autores.

 

En este texto la Doctora Broda hace una síntesis de su aporte etnohistórico, puntualiza  que es uno de los frutos del Seminario Organización Social y Cosmovisión Indígenas que ella imparte en el programa de posgraduados de la ENAH y cuyos autores representan las generaciones 2002 a 2010. La instrucción etnohistórica se basó en textos de reconocidos antropólogos, como los ya mencionados y, desde luego, en las publicaciones de la Doctora Johanna Broda sobre ritualidad prehispánica y del culto mexica a los cerros, la lluvia y a la tierra, que incluyen las transformaciones que han sufrido estos ritos después de la conquista española y sus manifestaciones contemporáneas en las comunidades indígenas y campesinas de México. 

 

En este sentido, en la Introducción, el Doctor Ramiro Gómez Arzapalo ofrece un panorama general del contenido de la obra y destaca que a través de los rituales comunitarios, se han podido comprender los procesos de reelaboración y reformulación simbólica, como respuesta a los mecanismos de sometimiento a la nueva ideología, de difusión y  de selección de elementos impuestos. El grado de asimilación es variable y ésta refleja de manera determinante, la forma en que los indígenas reinterpretaron el nuevo cuerpo doctrinal. Así, en estas investigaciones se muestra que las expresiones religiosas no son estáticas y el proceso de aculturación evangélica no terminó en el siglo XVI y aún es posible observar en éste que las raíces mesoamericanas son evidentes en muchos aspectos de la ritualidad indígena, después de 500 años.  

 

 

El Doctor Félix Báez-Jorge en su trabajo  “Núcleos de identidad y espejos de alteridad. Hagiografías populares y cosmovisiones indígenas” nos comparte conceptos profundos sobre los procesos históricos del origen y desarrollo de la religiosidad popular, se destaca que los núcleos devocionales de las comunidades, según sus hagiografías, responden más que a las normas eclesiásticas, a razones existenciales, como la preocupación colectiva por la obtención del alimento, bienestar y salud del pueblo. Su foco de atención son los lugares sagrados, la cohesión social y la reproducción cultural (tradición mítica articulada en su visión del mundo).

 

El autor señala que los santos lograron permanecer en el paisaje, porque fueron incorporados al antiguo universo cultural y desde entonces se conciben como seres propios y al respecto da  ejemplos etnográficos de los mayas. También ofrece información ritual que puede ser analogada con los mitos de la creación narrados en el Popol Vuh. De igual modo, manifiesta que algunos grupos como los huaves de San Mateo del Mar, Oaxaca, conciben el papel de los santos dentro de su entorno cultural y geográfico, como resultado la ideología de la comunidad, más que de las hagiografías judeo-cristianas.

 

            El Doctor Báez-Jorge apunta que el carácter antropomorfo de los santos facilitó su asimilación con los dioses autóctonos, la asignación de atributos análogos y su inserción en la organización social por medio de los rituales. Trasponiendo su condición hierofanica en la alteridad, los santos fueron transformados en vehículos identitarios, a un tiempo, lejanos y cercanos de la epifanía impuesta. A través de los santos y de los relatos que los describen entreverados entre el mito, la leyenda y la realidad, los pueblos indígenas establecieron una nueva relación con lo sagrado, plataforma ideacional extraviada cuando fueron silenciados sus antiguos dioses. Muchos más fundamentos y explicaciones interesantes vertidos en este artículo, permiten comprender el proceso histórico que dio pauta al sincrétismo, la religiosidad popular que se ejerce entre las comunidades indígenas como un sistema de culto a los dioses, por beneficios colectivos y en donde se refuerza la cohesión social comunitaria y se reproduce la cultura como mecanismo identitario.

 

Uno de los aspectos que llaman la atención del artículo “Los santos, vecinos presentes, enigmáticos, pero confiables” de Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes” es que los santos son percibidos por las sociedades campesinas indígenas, como dioses vivos, que forman parte de una red sagrada, de intercambio y reciprocidad entre lo natural, lo humano y lo divino. Son personajes numinosos, hechos de resina, madera u otros materiales, con voluntad propia y poderes específicos que los legitiman, mediante apariciones milagrosas, entre otros factores.

           

En este trabajo el Doctor Gómez Arzapalo ofrece planteamientos etnohistóricos, reflexiones y numerosas evidencias etnográficas relacionadas con los procesos históricos que estudian y explican la integración de las dos formas de pensamiento religioso, autóctono y español, como unidad sincrética en los rituales comunitarios.  

 

Así, las prácticas religiosas indígenas son el resultado de un fenómeno sincrético de convivencia divina, en donde coexisten interpretaciones surgidas de diferentes contextos culturales. La cosmovisión como proceso coherente articula la concepción que se tiene del mundo y de los dioses que lo habitan (animales, fuego, agua) y que rigen el comportamiento dinámico del mismo. La integración de los dioses y el hombre, como vecinos en la naturaleza, define el orden social, político y religioso que se visualiza en el ritual, como una expresión de la vida diaria y de sus problemas concretos, salud, temporal, cosecha, elementos de índole material. En un México multiétnico, esa pluralidad ritual se manifiesta y contradice la identidad nacional unitaria, dictada por el grupo hegemónico y negada en la práctica cotidiana.

 

Los santos son entes intermediarios entre dios y el hombre en la ortodoxia cristiana y en la comunidad indígena, éstos son personajes vivos, forman parte de la población, tienen derechos y responsabilidades, se les ve como iguales, se les beneficia con rituales y ofrendas y su obligación es corresponder con bienes materiales a la comunidad.

 

Después de señalar algunos de los antecedentes históricos que explican y testifican la práctica ritual indígena, sin mencionar la información etnográfica que fundamenta el artículo del Doctor Gómez Arzapalo, sólo me queda reproducir la idea de que con la evangelización los espacios llenos de ídolos fueron ocupados por santos con vitalidad numinosa, independientemente de las situaciones y circunstancias sociales en que surgieron, éstos son vigentes porque mantienen su eficacia y significación en la vida cotidiana individual, familiar y comunitaria, su efectividad está determinada por las condiciones locales y particulares.

 

               

En el artículo “Dioses y santos fundadores de pueblos y de cultos”, Ana María Velasco Lozano,  sintetiza de forma amena y documentada, la creación de los hombres, según los datos históricos prehispánicos. Nos habla de los dioses fundadores de pueblos (Huitzilopochtli, Mixcótl, Quetzalcóatl, etc.), de su concepción como héroes-dioses y de cómo éstos, después son vistos como cerros, como piedras o manantiales, en la cosmovisión mesoamericana; estos rasgos geográficos y culturales fueron concebidos después como lugares sagrados.

 

            La autora, también profundiza sobre el establecimiento de los sitios numinosos tras las apariciones divinas y la voluntad de éstas en permanecer en un sitio determinado, valiéndose de un sinnúmero de estrategias para establecerse en el lugar de su agrado, montañas, cuevas, manantiales, etc., rasgos geográficos sagrados, lugares de culto, que se pueden homologar con aquellos de tradición indígena. En este sentido, las variadas historias de los santos y las vírgenes, cuya aparición propició los asentamientos y la edificación de los templos correspondientes, los cuales se convirtieron en la habitación de los santos patronos, corazón religioso del pueblo y, a veces, de una región devocional.

 

En este artículo la maestra Velasco Lozano provee la información geográfica precisa de la manifestación de las entidades numinosas y deja la idea de que los santos y vírgenes, en México, fueron integrados al pensamiento religioso indígena como parte de las “arcaicas deidades de la fertilidad del agua, los mantenimientos, de la tierra, etc. De esta forma, el santoral se identifica con los símbolos de la creencia precolonial.    

 

 

En el artículo “El camino de los santos entre los totonacos de la región misanteca”, Jorge Escamilla Udave, analiza la información histórica relacionada con la evangelización del área de Misantla, Veracruz, y asume que el proceso evangelizador se vio favorecido por la aparición de la pandemia de viruela, enfermedad que mermó considerablemente las poblaciones totonacos, y también por las congregaciones establecidas por los españoles, que implicaban obligar a la gente para que cambiara su población a otros lugares más benignos a la salud, bajo la idea de que la enfermedad era producto de sus creencias paganas y ahora el dios milagroso, el patrono protector, les pedía se movieran. Así, ante las condiciones patognómicas, se propició el desplazamiento de los antiguos asentamientos humanos, que vivían en armonía con su entorno, en la Misantla.

 

Estas poblaciones llegaron a nuevos lugares, con la protección del santo patrono espiritual, bajo condiciones de explotación y vejación, en aras del trabajo del hacendado. El Doctor Escamilla Udave, también, fundamenta y describe, la forma en que se fueron imponiendo las ideas religiosas de los mendicantes, con la estrategia de la fundación de congregaciones de pueblos porteadores de imágenes peregrinas con las que se difundió  la misión seráfica, entre comunidades humanas diseminadas en amplias zonas con picos agrestes y planicies surcadas por grandes ríos, encauzados por profundas barrancas y densa vegetación.

 

El autor también explica la ruta migratoria que siguieron los mendicantes y las congregaciones en su afán de repoblamiento y evangelización, la cual curiosamente coincide con los caminos antiguos del comercio prehispánico.

 

Es importante señalar que el texto del Doctor Escamilla contiene datos históricos relevantes, que patentizan las expresiones de religiosidad popular y que resultan de un trabajo de campo y de análisis ampliamente documentado y del que sustraigo la concepción de que “Los divinos y sus imágenes se imponen por la asimilación y resimbolización de sus atributos, a partir de mitos etiológicos, en este caso asociados a la pichagua o águila come niños, reemplazada por la figura de San Juan Bautista, conocido para entonces como águila misteriosa o abogado de la peste.

 

 

Alicia María Juárez Becerril en su artículo “De santos y  divinidades de la naturaleza.  La interacción de los especialistas meteorológicos con las entidades sagradas” nos introduce, con motivo de su estudio etnográfico sobre el quehacer de los graniceros, en el ámbito de los diferentes elementos numinosos que se relacionan con la meteorología y que se expresan en los rituales del ciclo agrícola del maíz. En el marco de este conocimiento, la autora hace acopio de la información  etnohistórica y etnográfica para caracterizar físicamente y mostrar los atributos de cada uno de los principales entes divinos que existen en el imaginario colectivo y a los que se les rinde culto. Estas figuras divinas reciben diferentes nombres propios de acuerdo con el lugar geográfico de culto y con base en sus bondades específicas. Así, la Doctora Juárez Becerril, define a los Dueños, Señores, ahuauques, Potencias, santos, niñitos, niñitos y aires, airecitos, tlamatimimes, divinidades de la naturaleza, Encantos, etc. Cada una de estas figuras representa a las fuerzas del agua, a las nubes, a la tormenta, al temporal o al maíz, entre otros actores. Se trata de entes numinosos meteorológicos que habitan regularmente en cerros, cuevas, barrancas, ríos, manantiales, etc.. Estos accidentes geográficos  representan ya sea el lugar en donde se hacen las nubes o los sitios de donde nace el agua que alimenta los ríos. Esta forma de concebir a la naturaleza y a los dioses que la habitan, constituye la base de la antigua cosmovisión mesoamericana, la cual ahora se expresa de manera reelaborada, por la influencia católica, como unidad del pensamiento religioso indígena.

 

Por último, la autora, menciona, entre muchos aspectos relevantes de los actores en los rituales, que en muchos casos, éstos están representando a infantes y destaca el origen tangible e intangible, de algunas de esas fuerzas de poder, que muchas veces se otorgan a través de los sueños.

 

 

Adelina Suzan Morales en su trabajo “El Dueño del Monte: una manifestación de la religiosidad popular” provee los fundamentos antropológicos que la definen y explica el proceso de resimbolización de las entidades divinas impuestas por la ortodoxia católica como el resultado de las necesidades  sociales de la comunidad, tras la experiencia de desestructuración de su sistema religioso.

 

En torno a estos conceptos ideológicos, la Doctora Suzan Morales, describe los atributos de Juan del Monte, la entidad divina que rige las condiciones meteorológicas, manda el temporal, prevee enfermedades, ofrece la vida, cuida a la naturaleza, regula la cacería y por ello los campesinos de Xicochimalco, Veracruz, le rinden culto, lo consideran su protector y en el imaginario colectivo representa a San Juan. Este personaje numinoso habita en el Cofre de Perote, en donde se hacen las nubes y desde donde se crea el temporal, se cree que funciona como lo hacía Tláloc en la época prehispánica y como aquél, es sujeto de importantes rituales. Juan del Monte es festejado, de manera importante en el pueblo de Xicochimalco, en el día de San Juan. En esta ceremonia se le entregan ofrendas que incluyen flores de cucharilla, cuya recolección es motivo de una peregrinación al Cofre de Perote, dirigida por el especialista  ritual y con el permiso de Juan del Monte. Se trata de una expresión cultural de reciprocidad hombre-dioses que conlleva cohesión social y reproducción cultural.

 

En este trabajo, la autora menciona otros lugares (Puebla, Oaxaca, Veracruz), en donde se honra a Juan del Monte, incluso con otras denominaciones.  Se le equipara con Tláloc, como cuidador de la naturaleza y protector de las comunidades, en donde funge como santo patrono. La devoción por Juan del Monte, con otra significación,  se observa también en ciertas poblaciones españolas (Miranda de Ebro, Burgos) en donde se le ofrenda tomillo y romero.

 

 

María Elena Padrón Herrera en su artículo “¡Si el Señor. Nos presta vida! ¡Si el Señor nos da licencia¡. Reciprocidad entre divinidades y humanos al suroeste de la Ciudad de México” relata el desarrollo de la fiesta de San Bernabé, en Ocotepec, D.F. y comenta que los santos patronos del pueblo son entidades divinas ambivalentes y contradictorias, que controlan las fuerzas naturales, en especial meteorológicas, en beneficio, y a veces en perjuicio del hombre. A ellos se les respeta, se les pide permiso para ejercer cualquier actividad productiva e incluso para festejarlos. En estas celebraciones el esfuerzo del trabajo humano, es la ofrenda más valiosa. El ritual tiene como fin, el agradecimiento al santo, por “permitir la vida”.

 

La Dra. Padrón sostiene que las ceremonias de culto implican una organización social comunitaria efectiva, por ejemplo la recolecta económica, compra de flores, contratación de la música, preparación de la comida ritual, etc., en aras del beneficio divino para la comunidad, esto es un buen temporal y fertilidad para asegurar la producción de alimento, salud y el bienestar. Estas celebraciones conllevan el reforzamiento de la  cohesión social, la identidad étnica y la reproducción de la cultura. Se trata de eventos de reciprocidad humana y dioses, que trascienden los ámbitos social, económico político y religioso de la zona devocional. En esta ceremonia de culto se destaca, que el santo patrono, además de convivir con la población, pide la compañía de los patronos de las comunidades aledañas que constituyen la región devocional, es decir San Bernabé, acompaña también a sus “colegas”, en las fiestas respectivas. Estos fatuos van más allá  de las fronteras políticas delegacionales.

 

En suma, la Doctora Padrón tras describir la fiesta de San Bernabé, destaca  que cada santo patrono es sujeto de honor y culto a través de peregrinaciones dentro del pueblo, pero también a algunos adoratorios de la región, el ojo de agua del Oyamel, las pocitas “cajetitos” sobre la roca y a la cima propia del cerro Mazatépetl y argumenta que la visita a estos sitios, de connotación simbólica primigenia, marca la reminiscencia de los cultos al cerro y al agua de raigambre mesoamericana y que junto con las festividades de la Santa Cruz, en la cima mencionada, hablan de la continuidad cultural prehispánica. Estos hechos son abordados por la autora, de manera extensa y nos invitan a conocerlos y evaluarlos  en su justa dimensión, como producto de la mezcla de dos formas de creer y pensar lo sagrado, en los ámbitos natural y social.

 

 

Alba Patricia Hernández Soc en su artículo “Entre vírgenes y santas” nos transporta a la región de la cultura maya-quiché, en Guatemala, y explica, de forma clara y documentada, las manifestaciones etnográficas de religiosidad popular, relacionadas con las vírgenes de la Candelaria en Patzité y la Santa Cruz del Quiché. La autora, ubica geográficamente arriba de 2000 msnm, esos lugares y narra la historia de ambos pueblos, por ejemplo, cuenta que Patzité se fundó en 1833, por un pequeño grupo de personas, que migraron por la explotación de los hacendados y  se establecieron en ese lugar, ante la aparición de una señora que lavaba, quién les pidió le edificaran su templo, en ese lugar y así se fundo la población en torno a esa la virgen de La Candelaria, la patrona protectora que se festeja el día ocho de febrero, pues tiene su hermana mayor que está en Chiantla, lugar muy cercano y cuya fiesta es el dos de febrero, en este sitio (Gumarcajj),se tienen vestigios prehispánicos. A estas vírgenes, las relacionan con la agricultura del maíz y la lluvia.

 

La maestra Hernández Soc, también describe la historia y la fiesta de Santa Cruz del Quiché, narra que ésta no quería estar en ese lugar, pero cuando observó la Danza de la Serpiente, que se le ofrecía, decidió quedarse. En esta danza se muestra el carácter dual de la cosmovisión, los bailarines son hombres, uno de ellos disfrazado de mujer, la vestimenta de ella se asemeja a la de Santa Cruz del Quiché y ellos visten como los de Chichicastenango; escenifican la fertilidad. y al ritmo de la música ella coloca una serpiente viva entre la camisa del hombre y ésta se desplaza contorneándose por debajo del pantalón del mismo y se efectúa la fecundación.  La autora describe las visicitudes que un grupo de hombres y el especialista ritual experimentan, en el monte, para recolectar a la serpiente y para después de la danza que dura cuatro días, reintegrarla al lugar donde la colectaron y señala que la “cacería” de la serpiente es necesaria e intencional y su búsqueda obedece a una relación hombre-dios y naturaleza.

 

La maestra Hernández Soc considera, según los antecedentes históricos, que la serpiente es un actor multisémico simbólico y tradicional, se asocia con el culto a la tierra, a la lluvia y al maíz y forma parte del panteón mesoamericano. La serpiente, como parte de la danza ritual, se puede equiparar con la presencia o representación de ese reptil en distintas fiestas del calendario ritual mexica y de otros fatuos como el de Atamalqualiztli.   

 

            Para finalizar, considero que en este artículo se cubren aspectos sobresalientes de la ideología sincrética, bajo la premisa de que el ritual es una expresión dinámica, coherente con la historia social local, y de interrelación con los dioses, la agricultura y la permanencia de la vida. En ellos se muestra la connotación de los santos como seres  vivos humanizados que protegen a la población.

 

 

Después de haber emitido parte de la información contenida y expuesta de forma amena, en cada capítulo, invito a ustedes para que analicen y abreven del conocimiento vertido en ellos, más aun porque contribuyen a comprender el pensamiento religioso, que en muchas comunidades mexicanas, sigue expresándose, aunque reelaborado, representa la pervivencia de muchos rasgos tradicionales que denotan la continuidad cultural mesoamericana. Por último sólo me queda felicitar a cada uno de los autores y desde luego al coordinador del texto.