ENAH, 26 de septiembre de 2013. En el Marco del II Congreso Internacional de Antropología Social. Dra. Aurora Montufar López: Subdirección de laboratorios y apoyo académico, INAH/ Doctorado en biología, facultad de ciencias, UNAM.
LIBRO: LOS DIVINOS ENTRE
LOS HUMANOS
Ramiro Alfonso Gómez
Arzapalo Dorantes (compilador)
(Presentación)
En el libro “Los Divinos entre los humanos”
se integran ocho artículos que corresponden a igual número de investigaciones
sobre las expresiones rituales de varias comunidades indígenas de México y
Guatemala. Los planteamientos teóricos sobre la religión popular son factor
común del desarrollo de las mismas, éstos derivan de las obras de Gramsci,
Gilberto Giménez, Luis Millones, Félix Báez, Johanna Broda, Gómez Arzapalo,
entre muchos otros autores.
En este texto la Doctora Broda hace
una síntesis de su aporte etnohistórico, puntualiza que es uno de los frutos del Seminario
Organización Social y Cosmovisión Indígenas que ella imparte en el programa de
posgraduados de la ENAH
y cuyos autores representan las generaciones 2002 a 2010. La instrucción
etnohistórica se basó en textos de reconocidos antropólogos, como los ya
mencionados y, desde luego, en las publicaciones de la Doctora Johanna Broda sobre
ritualidad prehispánica y del culto mexica a los cerros, la lluvia y a la
tierra, que incluyen las transformaciones que han sufrido estos ritos después de
la conquista española y sus manifestaciones contemporáneas en las comunidades
indígenas y campesinas de México.
En este sentido, en la Introducción ,
el Doctor Ramiro Gómez Arzapalo ofrece
un panorama general del contenido de la obra y destaca que a través
de los rituales comunitarios, se han podido comprender los procesos de
reelaboración y reformulación simbólica, como respuesta a los mecanismos de
sometimiento a la nueva ideología, de difusión y de selección de elementos impuestos. El grado
de asimilación es variable y ésta refleja de manera determinante, la forma en
que los indígenas reinterpretaron el nuevo cuerpo doctrinal. Así, en estas
investigaciones se muestra que las expresiones religiosas no son estáticas y el
proceso de aculturación evangélica no terminó en el siglo XVI y aún es posible
observar en éste que las raíces mesoamericanas son evidentes en muchos aspectos
de la ritualidad indígena, después de 500 años.
El Doctor Félix
Báez-Jorge en su trabajo “Núcleos de
identidad y espejos de alteridad. Hagiografías populares y cosmovisiones
indígenas” nos comparte conceptos profundos sobre los procesos históricos
del origen y desarrollo de la religiosidad popular, se destaca que los núcleos
devocionales de las comunidades, según sus hagiografías, responden más que a
las normas eclesiásticas, a razones existenciales, como la preocupación
colectiva por la obtención del alimento, bienestar y salud del pueblo. Su foco
de atención son los lugares sagrados, la cohesión social y la reproducción cultural
(tradición mítica articulada en su visión del mundo).
El autor señala que los santos lograron permanecer en el paisaje, porque
fueron incorporados al antiguo universo cultural y desde entonces se
conciben como seres propios y al respecto da
ejemplos etnográficos de los mayas.
También ofrece información ritual que puede ser analogada con los mitos de
la creación narrados en el Popol Vuh. De igual modo, manifiesta que algunos
grupos como los huaves de San Mateo del Mar, Oaxaca, conciben el papel de los
santos dentro de su entorno cultural y geográfico, como resultado la ideología
de la comunidad, más que de las hagiografías judeo-cristianas.
El Doctor Báez-Jorge apunta que
el carácter antropomorfo de los santos facilitó su asimilación con los
dioses autóctonos, la asignación de atributos análogos y su inserción en la
organización social por medio de los rituales. Trasponiendo su condición
hierofanica en la alteridad, los santos fueron transformados en vehículos
identitarios, a un tiempo, lejanos y cercanos de la epifanía impuesta. A través
de los santos y de los relatos que los describen entreverados entre el mito, la
leyenda y la realidad, los pueblos indígenas establecieron una nueva relación
con lo sagrado, plataforma ideacional extraviada cuando fueron silenciados sus
antiguos dioses. Muchos más fundamentos y explicaciones interesantes vertidos
en este artículo, permiten comprender el proceso histórico que dio pauta al sincrétismo,
la religiosidad popular que se ejerce entre las comunidades indígenas como un
sistema de culto a los dioses, por beneficios colectivos y en donde se refuerza
la cohesión social comunitaria y se reproduce la cultura como mecanismo
identitario.
Uno de los aspectos que
llaman la atención del artículo “Los santos, vecinos presentes, enigmáticos,
pero confiables” de Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes” es que los santos son
percibidos por las sociedades campesinas indígenas, como dioses vivos, que
forman parte de una red sagrada, de intercambio y reciprocidad entre lo
natural, lo humano y lo divino. Son personajes numinosos, hechos de resina,
madera u otros materiales, con voluntad propia y poderes específicos que los
legitiman, mediante apariciones milagrosas, entre otros factores.
En este trabajo el
Doctor Gómez Arzapalo ofrece planteamientos etnohistóricos, reflexiones y
numerosas evidencias etnográficas relacionadas con los procesos históricos que
estudian y explican la integración de las dos formas de pensamiento religioso,
autóctono y español, como unidad sincrética en los rituales comunitarios.
Así, las prácticas
religiosas indígenas son el resultado de un fenómeno sincrético de convivencia
divina, en donde coexisten interpretaciones surgidas de diferentes contextos
culturales. La cosmovisión como proceso coherente articula la concepción que se
tiene del mundo y de los dioses que lo habitan (animales, fuego, agua) y que
rigen el comportamiento dinámico del mismo. La integración de los dioses y el
hombre, como vecinos en la naturaleza, define el orden social, político y
religioso que se visualiza en el ritual, como una expresión de la vida diaria y
de sus problemas concretos, salud, temporal, cosecha, elementos de índole
material. En un México multiétnico, esa pluralidad ritual se manifiesta y
contradice la identidad nacional unitaria, dictada por el grupo hegemónico y
negada en la práctica cotidiana.
Los santos son entes
intermediarios entre dios y el hombre en la ortodoxia cristiana y en la
comunidad indígena, éstos son personajes vivos, forman parte de la población,
tienen derechos y responsabilidades, se les ve como iguales, se les beneficia
con rituales y ofrendas y su obligación es corresponder con bienes materiales a
la comunidad.
Después de señalar algunos de los antecedentes
históricos que explican y testifican la práctica ritual indígena, sin mencionar
la información etnográfica que fundamenta el artículo del Doctor Gómez
Arzapalo, sólo me queda reproducir la idea de que con la evangelización los
espacios llenos de ídolos fueron ocupados por santos con vitalidad numinosa,
independientemente de las situaciones y circunstancias sociales en que
surgieron, éstos son vigentes porque mantienen su eficacia y significación en
la vida cotidiana individual, familiar y comunitaria, su efectividad está
determinada por las condiciones locales y particulares.
En el artículo “Dioses
y santos fundadores de pueblos y de cultos”, Ana María Velasco Lozano, sintetiza de forma amena y documentada, la
creación de los hombres, según los datos históricos prehispánicos. Nos habla de
los dioses fundadores de pueblos (Huitzilopochtli, Mixcótl, Quetzalcóatl,
etc.), de su concepción como héroes-dioses y de cómo éstos, después son vistos
como cerros, como piedras o manantiales, en la cosmovisión mesoamericana; estos
rasgos geográficos y culturales fueron concebidos después como lugares
sagrados.
La
autora, también profundiza sobre el establecimiento de los sitios numinosos
tras las apariciones divinas y la voluntad de éstas en permanecer en un sitio
determinado, valiéndose de un sinnúmero de estrategias para establecerse en el
lugar de su agrado, montañas, cuevas, manantiales, etc., rasgos geográficos
sagrados, lugares de culto, que se pueden homologar con aquellos de tradición
indígena. En este sentido, las variadas historias de los santos y las vírgenes,
cuya aparición propició los asentamientos y la edificación de los templos
correspondientes, los cuales se convirtieron en la habitación de los santos
patronos, corazón religioso del pueblo y, a veces, de una región devocional.
En este artículo la maestra
Velasco Lozano provee la información geográfica precisa de la manifestación de
las entidades numinosas y deja la idea de que los santos y vírgenes, en México,
fueron integrados al pensamiento religioso indígena como parte de las “arcaicas
deidades de la fertilidad del agua, los mantenimientos, de la tierra, etc. De
esta forma, el santoral se identifica con los símbolos de la creencia
precolonial.
En el artículo “El
camino de los santos entre los totonacos de la región misanteca”, Jorge
Escamilla Udave, analiza
la información histórica relacionada con la evangelización del área de
Misantla, Veracruz, y asume que el proceso evangelizador se vio favorecido por
la aparición de la pandemia de viruela, enfermedad que mermó considerablemente
las poblaciones totonacos, y también por las congregaciones establecidas por
los españoles, que implicaban obligar a la gente para que cambiara su población
a otros lugares más benignos a la salud, bajo la idea de que la enfermedad era
producto de sus creencias paganas y ahora el dios milagroso, el patrono
protector, les pedía se movieran. Así, ante las condiciones patognómicas, se
propició el desplazamiento de los antiguos asentamientos humanos, que vivían en
armonía con su entorno, en la
Misantla.
Estas poblaciones llegaron a
nuevos lugares, con la protección del santo patrono espiritual, bajo
condiciones de explotación y vejación, en aras del trabajo del hacendado. El
Doctor Escamilla Udave, también, fundamenta y describe, la forma en que se
fueron imponiendo las ideas religiosas de los mendicantes, con la estrategia de
la fundación de congregaciones de pueblos porteadores de imágenes peregrinas
con las que se difundió la misión
seráfica, entre comunidades humanas diseminadas en amplias zonas con picos
agrestes y planicies surcadas por grandes ríos, encauzados por profundas
barrancas y densa vegetación.
El autor también explica la ruta
migratoria que siguieron los mendicantes y las congregaciones en su afán de
repoblamiento y evangelización, la cual curiosamente coincide con los caminos
antiguos del comercio prehispánico.
Es importante señalar que el
texto del Doctor Escamilla contiene datos históricos relevantes, que patentizan
las expresiones de religiosidad popular y que resultan de un trabajo de campo y
de análisis ampliamente documentado y del que sustraigo la concepción de que
“Los divinos y sus imágenes se imponen por la asimilación y resimbolización de
sus atributos, a partir de mitos etiológicos, en este caso asociados a la
pichagua o águila come niños, reemplazada por la figura de San Juan Bautista,
conocido para entonces como águila misteriosa o abogado de la peste.
Alicia María Juárez
Becerril en su artículo “De santos y
divinidades de la naturaleza. La
interacción de los especialistas meteorológicos con las entidades sagradas”
nos introduce, con motivo de su estudio etnográfico sobre el quehacer de los graniceros, en el ámbito
de los diferentes elementos numinosos que se relacionan con la meteorología y
que se expresan en los rituales del ciclo agrícola del maíz. En el marco de
este conocimiento, la autora hace acopio de la información etnohistórica y etnográfica para caracterizar
físicamente y mostrar los atributos de cada uno de los principales entes
divinos que existen en el imaginario colectivo y a los que se les rinde culto.
Estas figuras divinas reciben diferentes nombres propios de acuerdo con el
lugar geográfico de culto y con base en sus bondades específicas. Así, la Doctora Juárez Becerril, define a los Dueños,
Señores, ahuauques, Potencias, santos, niñitos, niñitos y aires, airecitos,
tlamatimimes, divinidades de la naturaleza, Encantos, etc. Cada una de estas
figuras representa a las fuerzas del agua, a las nubes, a la tormenta, al
temporal o al maíz, entre otros actores. Se trata de entes numinosos
meteorológicos que habitan regularmente en cerros, cuevas, barrancas, ríos,
manantiales, etc.. Estos accidentes geográficos
representan ya sea el lugar en donde se hacen las nubes o los sitios de
donde nace el agua que alimenta los ríos. Esta forma de concebir a la
naturaleza y a los dioses que la habitan, constituye la base de la antigua
cosmovisión mesoamericana, la cual ahora se expresa de manera reelaborada, por
la influencia católica, como unidad del pensamiento religioso indígena.
Por último, la autora, menciona,
entre muchos aspectos relevantes de los actores en los rituales, que en muchos
casos, éstos están representando a infantes y destaca el origen tangible e
intangible, de algunas de esas fuerzas de poder, que muchas veces se otorgan a
través de los sueños.
Adelina Suzan
Morales en su trabajo “El Dueño del Monte: una manifestación de la
religiosidad popular” provee los fundamentos antropológicos que la definen y explica el
proceso de resimbolización de las entidades divinas impuestas por la ortodoxia
católica como el resultado de las necesidades
sociales de la comunidad, tras la experiencia de desestructuración de su
sistema religioso.
En torno a estos conceptos
ideológicos, la Doctora
Suzan Morales, describe los atributos de Juan del Monte, la
entidad divina que rige las condiciones meteorológicas, manda el temporal,
prevee enfermedades, ofrece la vida, cuida a la naturaleza, regula la cacería y
por ello los campesinos de Xicochimalco, Veracruz, le rinden culto, lo
consideran su protector y en el imaginario colectivo representa a San Juan.
Este personaje numinoso habita en el Cofre de Perote, en donde se hacen las
nubes y desde donde se crea el temporal, se cree que funciona como lo hacía
Tláloc en la época prehispánica y como aquél, es sujeto de importantes rituales.
Juan del Monte es festejado, de manera importante en el pueblo de Xicochimalco,
en el día de San Juan. En esta ceremonia se le entregan ofrendas que incluyen
flores de cucharilla, cuya recolección es motivo de una peregrinación al Cofre
de Perote, dirigida por el especialista
ritual y con el permiso de Juan del Monte. Se trata de una expresión
cultural de reciprocidad hombre-dioses que conlleva cohesión social y
reproducción cultural.
En este trabajo, la autora
menciona otros lugares (Puebla, Oaxaca, Veracruz), en donde se honra a Juan del
Monte, incluso con otras denominaciones. Se le equipara con Tláloc, como cuidador de la
naturaleza y protector de las comunidades, en donde funge como santo patrono.
La devoción por Juan del Monte, con otra significación, se observa también en ciertas poblaciones
españolas (Miranda de Ebro, Burgos) en donde se le ofrenda tomillo y romero.
María Elena Padrón
Herrera en su artículo “¡Si el Señor. Nos presta vida! ¡Si el Señor nos da
licencia¡. Reciprocidad entre divinidades y humanos al suroeste de la Ciudad de México”
relata el desarrollo de la fiesta de San Bernabé, en Ocotepec, D.F. y comenta que los santos
patronos del pueblo son entidades divinas ambivalentes y contradictorias, que controlan
las fuerzas naturales, en especial meteorológicas, en beneficio, y a veces en
perjuicio del hombre. A ellos se les respeta, se les pide permiso para ejercer
cualquier actividad productiva e incluso para festejarlos. En estas
celebraciones el esfuerzo del trabajo humano, es la ofrenda más valiosa. El
ritual tiene como fin, el agradecimiento al santo, por “permitir la vida”.
En suma, la Doctora Padrón tras
describir la fiesta de San Bernabé, destaca
que cada santo patrono es sujeto de honor y culto a través de
peregrinaciones dentro del pueblo, pero también a algunos adoratorios de la
región, el ojo de agua del Oyamel, las pocitas “cajetitos” sobre la roca y a la
cima propia del cerro Mazatépetl y argumenta que la visita a estos sitios, de
connotación simbólica primigenia, marca la reminiscencia de los cultos al cerro
y al agua de raigambre mesoamericana y que junto con las festividades de la Santa Cruz , en la cima
mencionada, hablan de la continuidad cultural prehispánica. Estos hechos son
abordados por la autora, de manera extensa y nos invitan a conocerlos y
evaluarlos en su justa dimensión, como
producto de la mezcla de dos formas de creer y pensar lo sagrado, en los
ámbitos natural y social.
Alba Patricia
Hernández Soc en su artículo “Entre vírgenes y santas” nos
transporta a la región de la cultura maya-quiché, en Guatemala, y explica, de
forma clara y documentada, las manifestaciones etnográficas de religiosidad
popular, relacionadas con las vírgenes de la Candelaria en Patzité y
la Santa Cruz
del Quiché. La autora,
ubica geográficamente arriba de 2000 msnm, esos lugares y narra la historia de
ambos pueblos, por ejemplo, cuenta que Patzité se fundó en 1833, por un pequeño
grupo de personas, que migraron por la explotación de los hacendados y se establecieron en ese lugar, ante la
aparición de una señora que lavaba, quién les pidió le edificaran su templo, en
ese lugar y así se fundo la población en torno a esa la virgen de La Candelaria , la patrona
protectora que se festeja el día ocho de febrero, pues tiene su hermana mayor
que está en Chiantla, lugar muy cercano y cuya fiesta es el dos de febrero, en
este sitio (Gumarcajj),se tienen vestigios prehispánicos. A estas vírgenes, las
relacionan con la agricultura del maíz y la lluvia.
La maestra Hernández
Soc, también describe la historia y la fiesta de Santa Cruz del Quiché, narra
que ésta no quería estar en ese lugar, pero cuando observó la Danza de la Serpiente , que se le
ofrecía, decidió quedarse. En esta danza se muestra el carácter dual de la
cosmovisión, los bailarines son hombres, uno de ellos disfrazado de mujer, la
vestimenta de ella se asemeja a la de Santa Cruz del Quiché y ellos visten como
los de Chichicastenango; escenifican la fertilidad. y al ritmo de la música ella
coloca una serpiente viva entre la camisa del hombre y ésta se desplaza
contorneándose por debajo del pantalón del mismo y se efectúa la fecundación. La autora describe las visicitudes que un
grupo de hombres y el especialista ritual experimentan, en el monte, para
recolectar a la serpiente y para después de la danza que dura cuatro días,
reintegrarla al lugar donde la colectaron y señala que la “cacería” de la
serpiente es necesaria e intencional y su búsqueda obedece a una relación
hombre-dios y naturaleza.
La maestra Hernández Soc
considera, según los antecedentes históricos, que la serpiente es un actor
multisémico simbólico y tradicional, se asocia con el culto a la tierra, a la
lluvia y al maíz y forma parte del panteón mesoamericano. La serpiente, como
parte de la danza ritual, se puede equiparar con la presencia o representación
de ese reptil en distintas fiestas del calendario ritual mexica y de otros
fatuos como el de Atamalqualiztli.
Para
finalizar, considero que en este artículo se cubren aspectos sobresalientes de
la ideología sincrética, bajo la premisa de que el ritual es una expresión
dinámica, coherente con la historia social local, y de interrelación con los
dioses, la agricultura y la permanencia de la vida. En ellos se muestra la connotación
de los santos como seres vivos
humanizados que protegen a la población.
Después de haber emitido
parte de la información contenida y expuesta de forma amena, en cada capítulo,
invito a ustedes para que analicen y abreven del conocimiento vertido en ellos,
más aun porque contribuyen a comprender el pensamiento religioso, que en muchas
comunidades mexicanas, sigue expresándose, aunque reelaborado, representa la
pervivencia de muchos rasgos tradicionales que denotan la continuidad cultural
mesoamericana. Por último sólo me queda felicitar a cada uno de los autores y
desde luego al coordinador del texto.